domingo, 15 de febrero de 2009

Nilin. Resistencia contra el muro en el West Bank


Como cada viernes desde hace dos años, en la pequeña localidad Cisjordana de Nilin -no muy lejos de Ramallah- vecinos y activistas de la zona convocaron su protesta semanal contra el muro. La realidad de este pueblo como la de todo el West Bank, está muy alejada de las nociones vagas y confusas que tenemos en occidente sobre la situación palestina mas allá de la franja. Con apenas unos pocos miles de habitantes, este pueblo casi dependiente por completo de la aceituna ha visto como el muro ha superado con creces los límites de la denominada línea verde para secuestrar en manos israelíes aquellos olivares que, hasta hace no demasiado, eran el único lujo y también el orgullo del pueblo.



Desembarcamos de la furgoneta frente a la casa de la familia Srar, donde hemos arreglado una entrevista con la abuela de la casa. Los chavales -los que aún son muy jóvenes para utilizar la onda- juegan en el patio trasero entre la ropa tendida, y entre café y café, esta señora de mirada profunda y algo lánguida enlaza las historias de hijos detenidos al tuntún y de vecinos muertos o heridos por las balas de algún desalmado de uniforme que todavía cree en la misión divina del ejercito israelí: habla de la humillación continua que supone intentar volver a trabajar aquellos campos que hoy brillan con el mismo verdor de antaño, solo que al otro lado. En el lado inaccesible.

Subimos por una de las callejuelas de pueblo hasta una explanada donde, dispuestos sobre sus alfombras, dos hileras de hombres de todas las edades se disponen para el rezo de medio día. Alrededor, algunos vecinos -obviamente no tan practicantes- y, cómo no, “la tribu”: ese séquito de periodistas que vienen (venimos), con más o menos compromiso, en busca de la imagen del día, en busca de carnaza que llevar a las bocas sedientas de sangre de occidente. A veces me cuestiono tanto a mi mismo...



Entre los olivos de los campos colindantes a la explanada, a las afueras del pueblo, se pueden divisar ya los 4x 4 del ejercito israelí. También hay militares apostados en la ladera de enfrente. Terminado el rezo, el grupo de manifestante sale , kufiyya en rostro y en dirección a sus campos, cantando consignas que no se traducir, pero que hasta el menos espabilado comprende. Cuando el grupo pone el primer pie fuera del pueblo, cae la primera dosis de gas. Empieza la fiesta.



Durante la hora siguiente, la explanada se convierte en un una batalla de trincheras donde los manifestantes, parapetados tras los muros y las escombreras, tratan con más orgullo que resultados de ganar terreno a pedradas. La lluvia de balas de humo cobra intensidad según se gana terreno. Cuando ya parecen al alcance del brazo de cualquiera un rápido movimiento de los vehículos consigue partir “el frente” y penetrar hasta las puertas del pueblo provocando la retirada desordenada de onderos y periodistas. Pese a las avanzadillas encabezadas por críos de no mas de 14 años, cada vez están más metidos en el pueblo.



Desde las azoteas, en cada esquina, en cada calle se resiste con tesón a base de ondazos y flojas barricadas insuficientes para frenar a los 4x4. Empiezan las carreras por el pueblo, y los soldados del ejercito israelí (como se puede ver en la foto) ya no cargan con humo, si no con M16. Tras ver encañonar a tres fotógrafos y a dos sanitarios de la media luna roja (por más que fuese en “broma) Parece momento de repliegue.


En la plaza principal del pueblo, los muchachos toman aire mientras. También los soldados repliegan posiciones y los últimos conatos de resistencia se van apagando. Solo un último grupo de bravos vuelve calle arriba para, imagino, seguir lanzando piedras e improperios al ejercito ocupante. Yo, que ya tengo lo que he venido a buscar y recordando esa sabia frase que dice “en las postrimerías es donde te joden”, recojo bártulos y me vuelvo por donde he venido. No sin antes observar a los miembros policía de la Autoridad Nacional Palestina tomar café en la terraza del cuartel.

Fotografías: Manu Brabo

1 comentario:

  1. La carnaza que tú señalas no es tal, no es verdad que la gente devore la sangre alegre y felizmente. Es evidente que las noticias se venden porque hay un mercado, pero no es el mercado quien determine a más sangre más valor, eso lo ponen más bien los editores y programadores que saben que sube la audiencia. Porqué sube? No porque a la gente le guste la desgracia ajena, sino porque se indignan y en parte funciona aquello de que cuando las barbas de tu vecino veas cortar... De todos modos, la sangre palestina no se vende al mismo precio que la israelí y de ello tienen la responsabilidad de nuevo los responsables de los grandes medios. No seas tan autocrítico, buen trabajo!

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