viernes, 12 de marzo de 2010

Desolé?? sonría por favor!!!!

Hospital de campaña chino a la entrada del estadio nacional, hoy campo de desplazados.

Puerto Príncipe (Haiti) 12/3/2010- A veces la vida es divertida y no hay que darle más vueltas. Puede serlo cuando todo va bien y también cuando la realidad que te rodea, simplemente, apesta.

Puerto Príncipe es aún una ciudad sumida en el caos, y si bien es cierto que aquí todo empieza a renacer, que la gente se ha echo a la rutina de los escombros; que si no se puede poner el puesto de fruta bajo el porche porque ya no hay, se pone en medio de la carretera. También es cierto que a las carencias que ya tenia este país, se unen las carencias dadas por la tragedia del día 12 de enero. Miles de personas vagan por la calle sin mucho que hacer: arreglan sus tiendas de plástico en su campo de desplazados, hacen cola en los hospitales de campaña, cocinan en improvisados fogones, reciclan materiales de los escombros o intentan sacarle los cuartos al blanco de turno, obviamente.

Tras visitar el descompuesto hospital universitario y el manicomio de la capital, ayer, decidí acercarme al estadio nacional, recinto que alberga uno de los campos de desplazados mas grandes de esta urbe atormentada. La entrada esta tomada por una misión médica de la Rep. Popular China. Apenas tres o cuatro tiendas donde hay todo un hospital de campaña. Frente a estas, un gran toldo y unos bancos donde mujeres, ancianos y niños haitianos esperan pacientemente su turno para la revisión. En mi cabeza aún resuenan los ecos de los lamentos del hospital, las imágenes dantescas del psiquiátrico se han quedado prendidas en mis retinas y no me atrevo a imaginar, como sería mi vida siendo uno más de los que me rodean. A veces, lidiar con esto y dejarlo más allá de mi armadura se hace cansado.

Me escondo detrás de la cámara y empiezo a ametrallar, casi sin sentido y como loco, por escaparme un rato de mis pensamientos: huyendo con un petardo en el culo de las imágenes ya tomadas tomando otras nuevas, echándole más leña al fuego, si se quiere. Mi ojo derecho, el del visor, se clava en un par de ancianas sonrientes y me acerco a ellas, sigiloso. Al levantar la mirada lo entiendo todo. Entiendo su expresión corporal, la levedad de sus gestos, su sonrisa, sus arrugas en los ojos, su alegría ¿Qué coño pinta una china con su micro a lo Madonna cantando y enseñando tai-chi a unas decenas de desplazados?

Pues eso, sacar unas cuantas sonrisas. También la mía

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